«Con [un] lenguaje directo y sin adornos, la autora narra una historia con una capa exterior que puede, incluso, llegar a ser amable. Un grupo de adolescentes en medio de la naturaleza, a muchos kilómetros de la civilización se conocen, se ayudan, se enamoran y se desenamoran. Hacen cosas de adolescentes, aunque tras sus aventuras y desventuras se esconda una organización defectuosa y enormes dramas personales. El internado es un retrato de hasta dónde llega la sociedad para ocultar lo que no es normal y de cómo, incluso, en la peor situación de privación de libertad, las criaturas inadaptadas intentan abrirse camino, aunque sea a base de caer y tropezarse continuamente».

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